Existía un hombre, que a causa de una guerra, había perdido la vista. Para subsistir, este hombre desarrolló una gran habilidad y se destacó como artesano.
Cierta Navidad le quiso obsequiar a su hijo en calidoscopio, pues sólo le había regalado a su pequeño juguetes de madera. Y fue reuniendo pedazos de espejos, vidrios, metales, maderitas, etc.
Llegó la Nochebuena y el niño quedó maravillado con el obsequio.
Al regresar a la escuela, durante el recreo, el niño exhibió y compartió henchido de orgullo su juguete. Todos quedaron maravillados, pero uno de sus compañeritos, con ambiciosa intriga, le preguntó: ¿Dónde te lo compraron?
Todavía con orgullo el menor respondió: "No, no me lo compraron en ningún sitio... me lo hizo mi papá". Pero la cizaña seguía y en tono incrédulo le dijo: "¿Tú padre? Imposible... si tu padre está ciego". Nuestro pequeño amigo se quedó mirando a su compañero, y al cabo de una pausa de segundos, sonrió como solo un portador de verdades absolutas puede hacerlo, y le contestó: "Sí... mi papá está ciego... pero solamente de los ojos... "Solamente de los ojos".
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