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Llegó Navidad
Todos los años, al llegar la Navidad, acontecía algo singular en Paulita. Cuenta su mamá que cuando Paulita tenía cinco años, su abuela le contó que el Niño Jesús había nacido tan pobre que no tenía, como los otros niños, una cunita calentita, sino que lo habían dejado en un frío establo, en pleno invierno. Lágrimas de compasión corrieron por las mejillas de la niña: ¡Pobre niñito Jesús, sin colchón, sin abrigo! ¡Y Jesús era el Hijo de Dios!... ¿Qué se podía hacer?
La abuela le dijo que ella podía hacer una cuna especial y hacerle un regalo especial al niño Jesús. Pero, ¿cómo puedo hacer yo todo eso?, preguntó Paulita.
La abuela le explicó que cada sacrificio que hagas será una pluma para la almohada y para el colchoncito de Jesús y cada oración una hebra de hilo para las sabanitas.
Al tiempo, la abuela falleció. Una vez arreglando la casa, una amiga de Paulita le dio un pelotazo. Ella pensó responder de la misma manera, pero una voz interior le decía: "No le tires la pelota, soporta el dolor por mí. Has un sacrificio". Paulita se controló y dijo: "¡Sí Señor!, estas son tus plumitas, los sacrificios para el Niño Jesús". Muy obediente llegó la Navidad y Paulita pudo decir: "Lo logré. Ahora Niño Jesús, estás recostado sobre paja, pero en mi corazón".
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